PASTORAL SOCIAL PIEDRAS NEGRAS
La vida eterna consiste en que te conozcan padre

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    La migración es un fenómeno social e histórico que ha acompañado a la humanidad desde siempre, es un hecho que ha fundado muchos pueblos, en la biblia se nos presenta como un hecho común y constante en lo que conocemos como “Historia de la Salvación”, con el llamado de Abraham para dejar su tierra, siendo su historia llena de migraciones en busca de la tierra prometida (Gn 12,1). Por ello Dios quiso que Israel siempre recordara su origen de inmigrante (Dt 26,5) también por e so somos Iglesia peregrina aquí en la tierra hacia la casa del padre, la morada eterna.

    Este hecho tan marcado en la Biblia, como en la que vemos a diario a personas que van en el tren con frio y hambre,  nos reafirma como cristianos, que el mismo Dios se encuentra presente y vivo en este fenómeno de la migración y nos hace la invitación a ir a su encuentro para conocerlo en el rostro sufriente del hermano que ha dejado su hogar, su patria, su familia para tener mejores posibilidades de subsistir “Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y ustedes me dieron de beber. Fui migrante y me recibieron en su casa. Anduve sin ropas y me vistieron” (Mt 25,35-36).
     

    No podemos ni queremos ser sordos al llamado que Dios nos ha hecho siempre de cuidar y proveer al migrante (Ex 22, 20) (Lev 19, 34), esto no es otra cosa más que hacer viva su palabra de amar a nuestro prójimo y como Iglesia asumimos el compromiso y el reto que nos plantea Aparecida en su capítulo 8 de trabajar por el reino de Dios y promoción de la dignidad humana. Una de las tareas que tenemos a favor de los migrantes es la denuncia profética de los atropellos que sufren, el esfuerzo por incidir en políticas migratorias que tomen en cuenta sus derechos. (DA 413).

    REALIDAD DEL FENÓMENO.
    Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, son los cuatro países que conforman una centro-América golpeada, maltratada y gastada por inestabilidad política, económica y social generada por la falta de capacidad y compromiso de sus gobiernos para con su nación, así como las malas políticas internacionales enfocadas al desarrollo de naciones, que más bien se encaminan al enriquecimiento de los países fuertes económicamente a costa del empobrecimiento de los más débiles.

    El objetivo de los migrantes centroamericanos es llegar a EUA por lo que forzosamente pasarán por nuestro país, siendo su único transporte el tren. Esta travesía implica una serie de riesgos que atentan con su integridad física y moral tales como: extorciones, secuestros, robo, violaciones, discriminación, accidentes e incluso la muerte.

    El migrante es un ser humano que por distintas necesidades se ve “obligado” a salir de su lugar de origen, una persona humilde, trabajadora, agradecida y también con mucha fe, dejando atrás sus tradiciones, costumbres y familia, en búsqueda de un solo objetivo: una mejor calidad de vida humana no importando los riesgos  que éste implique.  

     

    Los fenómenos actuales, tales como la llamada migración económica forzada, reclaman reformas laborales, no sólo de un lado de la frontera, sino de ambos, reformas que lleven por procesos de justicia y de paz. Dígase lo mismo para la frontera Sur. El Papa Benedicto XVI, asume como Iglesia, en su mensaje respecto a la Migración internacional, que entre los que emigran por motivos económicos, hay un nuevo ser: la mujer. Nos dice: "En el pasado, quienes emigraban eran sobre todo los hombres, aunque no faltaban nunca las mujeres… Hoy, aún siendo todavía numerosas esas situaciones, la emigración femenina tiende a ser cada vez más autónoma: la mujer cruza por sí misma los confines de su patria en busca de un empleo en el País de destino. Más, aún, en ocasiones, la mujer emigrante se ha convertido en la principal fuente de ingresos para su familia".

    Si al emigrante indocumentado, se le hace ser vulnerable, mediante la anulación de sus derechos como persona, cuando se trata de una mujer, dicha vulnerabilidad es alarmante. La Iglesia no puede permanecer callada e inmóvil, frente a estas circunstancias socioeconómicas o legales injustas, la Iglesia tiene un llamado y una misión que le da sentido a su razón de ser: anunciar y vivir el Reino de Justicia y Amor que Dios quiere para todos, y de manera urgente en esas circunstancias en donde son escasas las oportunidades de mejorar la propia condición de vida o simplemente de sobrevivir.












     



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